domingo, 21 de abril de 2013

De dieta en dieta, y tiro porque me toca

Hola, me llamo Magdalena, tengo 40 años y siempre he sido una persona tendente al sobrepeso.

Fui un bebé de los que las abuelas llaman "hermosos" y las madres se encargan de inflar a base de harinas varias y, después, con las famosas 4P (pan, pasta, patatas y pasteles), para luego quizás competir con otras madres de bebés delgaditos que "dan pena". A veces, cuando veo las fotos de mi niñez, me extraña que sólo tuviera sobrepeso, pues comiendo de la manera en que lo hacía, bien podría haber sido una niña obesa de los tipos más altos.

Soy una persona muy nerviosa y eso quizás me ayudaba a quemar parte de lo mucho y lo mal que comía. Pero esto fue también un arma de doble filo, pues me acostumbré a utilizar la comida como ansiolítico y eso, más pronto que tarde, fue el desencadenante de una adicción de por vida. Digamos pues que, una vez que se ha creado a la fiera, es imposible abatirla y sólo se puede aspirar a ponerle una mordaza y encerrarla en el zulo más alejado de la tierra para que no salga a confundirte la vida. El que tenga un problema de estos, sabe a lo que me refiero y lo difícil que es vivir con esta fiera. Prácticamente tu vida la puedes resumir entre los periodos en los que estás a dieta y los que no lo estás.

Mi primera dieta la comencé con 13 años. Entonces no se podía decir objetivamente que estuviera gorda, pues tras el desarrollo y el famoso estirón me quedé muy proporcionada, pero aún así, yo quería más. Las dietas que se hacían entonces son las más ridículas que uno puede encontrarse, y yo hice miles de ellas. Puedo recordar por ejemplo una que era: el lunes a naranja, el martes a pollo, el miércoles a pescado y el jueves a yogur.

He hecho muchas dietas en solitario, como la de las azafatas de la TWA o la de la clínica MAYO, y prácticamente todas las que alguien te pasaba en un papel fotocopiado y tú ponías en la nevera y te metías en faena. He de decir que suelo ser de las que terminan la dieta, no de las que la rompen al primer día (sin embargo, a estas alturas, no sabría decir qué actitud es más sana mentalmente hablando). También he realizado innumerables dietas con endocrinos y seguido todos los programas conocidos tipo NATURHOUSE, MONTIGNAC o WEIGHTWATCHERS.

Me considero una "usuaria experta" en cuestión de dietas y he de decir que todas funcionan.

No entro en si unas son más sanas que otras nutricionalmente hablando, simplemente digo que, si las haces bien, adelgazas seguro. Entonces... ¿cuál es el problema? El gran problema viene después, cuando necesariamente tienes que abandonar la dieta porque has llegado al peso que te propusiste. Entonces, una fiera desatada y loca por el maltrato al que ha sido sometida durante meses, se adueña de ti y, sencillamente, no puedes parar de comer. Empiezas a controlarte el lunes por la mañana y, al medio día, ya lo has dejado por imposible. Retomas el miércoles y, si lo consigues, recaes el jueves y el viernes. Pasa una semana y te juras y perjuras que a la siguiente no abres la boca más que para respirar, pero vuelves a fracasar… y así, hasta que recuperas lo perdido en un tiempo record y, si estás de suerte, te llevas unos cuantos kilitos de propina. En ese preciso período me encuentro a día de hoy... y sigo teniendo la ilusión de ganar la batalla esta vez.

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